Os escribo desde Estados Unidos en el día de Acción de Gracias. Un día en el que los nativos dieron de comer a unos hambrientos y moribundos enemigos que llegaban a conquistar sus tierras.
Os escribo desde el país en el que hace unos días ganó Donald Trump la presidencia. Como periodista que soy hasta que me muera, aunque ya no ejerza, hice mi análisis con todos mis alumnos estudiantes de español. Horas y horas hablando con americanos destrozados, hundidos, avergonzados y deprimidos y yo sólo pude más que admirar y valorar su espíritu autocrítico tras las elecciones. “No voté en las preelecciones y dejé ganar a este hombre, qué vergüenza”. “Vivo en una burbuja en San Francisco y no me doy cuenta de que hay mucha gente sin trabajo y por eso han votado con desesperación a Trump”. “Tenemos que hacer políticas para incluir a esta gente que no tiene trabajo. “Debería haber acudido a hacer campaña y no dejar que esta persona ganara”. “Voy a tomar parte activa y como abogada que soy debo ayudar a este país”.
Todos asumían parte de su culpa y todos se sentían responsables de lo sucedido. Un espíritu autocrítico al que no estoy acostumbrada. Coincidíamos en que el sistema actual político está desfasado, tanto en un lado del océano como del otro. En un mundo plural, global y de economía compartida con las empresas Airbnb o Uber como líderes abriendo camino, los ciudadanos debemos tomar parte activa en la política y no sólo cada 4 años.
Ayer me despertaba con los mensajes de mi familia y amigos avisándome de que Rita Barberá, la que fue alcaldesa de mi ciudad Valencia, moría de un infarto.
Yo conocí a Rita Barberá, mujer torbellino, arrolladora, viviendo en un mundo de hombres y comportándose como uno de ellos.
Durante 10 años acudía cada mañana al Ayuntamiento para cubrir su información. Cada vez que salíamos a la calle tenía su coro de seguidores, y los que le reían sus gracias, pero también insultos y más en su última época, “la gorda de rojo”, “bollera”, “corrupta”. Descalificaciones que aguantaba con su arrogancia y bravuconería. Me asombraba ver cómo capeaba estos insultos, la fuerza que sacaba y la energía que tenía para los años que tenía. Agotaba a cualquiera.
Yo, como persona que la rutina me mata, me encantaba seguirla. Cada día era un espectáculo. “Qué suerte tienes!”, me decían mis compañeros. “Ella siempre da un titular, yo tengo al soporífero del presidente, yo tengo a estos futbolistas que les tengo que acabar yo las frases porque no saben qué decir”. Me comentaban mis compañeros de redacción.
Y sí, yo tenía mucha suerte, ella no tenía pelos en la lengua, decía lo que pensaba, no se callaba nunca, tuvo titulares memorables y se hacía grande en los problemas. “Tras lo ocurrido ¿Qué va a decir ahora?”, nos preguntábamos los periodistas que estábamos esperando a que llegara. Pero siempre salía con prepotencia y altanería de todas las crisis.
Yo estuve en sus momentos de auge, cuando tenía miles de seguidores, cuando todos me decían “ójala yo tuviera tu trabajo porque vas a todos los eventos gratis”, porque iba con coches municipales a las ruedas de prensa acompañada de todos mis compañeros de medios afines y en contra y porque acudía a las fiestas de la Copa América y la Fórmula 1 donde conocí a muchos famosos como Demi Moore o Naomi Campbell.
Mi trabajo era cubrir la información y contar lo que sucedía, siempre teniendo en cuenta en el medio en el que trabajaba. Pero cada día pensaba, “mi vecino nunca va a saber lo que ha ocurrido de verdad, porque si me lee a mi tendrá una versión y si lee a mi compañera del otro periódico tendrá la versión opuesta.
Llegó un día en el que me saturé, no sabía qué me pasaba, pero necesitaba un cambio y radical y salté el charco para empezar de cero. Ese fue mi ejercicio autocrítico, vivía en un mundo de riqueza, pero estaba muy vacía por dentro.
Decidí desconectar de la política, aislarme y empezar a hacer primero un cambio en mi. Ser más responsable con el dinero, saber cómo gastarlo y administrarlo mejor y tener más empatía por quienes me rodean. Comencé a cultivar más mi espíritu con yoga y meditación.
Me pregunto que las personas que critican a diestro y siniestro desde la lejanía qué hacen personalmente para mejorar el sistema.
Cuando decidí marcharme del mundo de la política, dejé a Rita en su etapa de declive, luchaba con un perro rabioso a punto de morir.
Avaricia, poder, esos son lo males del mundo que ella y muchos de nosotros,
cada uno al nivel que ha podido, hemos cultivado y así se refleja en la sociedad que tenemos en estos momentos.
Rita murió miserable, asustada y sola y yo hoy, sólo tengo hoy un sentimiento de agradecimiento. Gracias por haberte conocido. Mujer fuerte, valiente y gracias por enseñarme lo que debo y no debo hacer en la vida.
D.E.P.

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