Todas las mañanas salía de su casa, se montaba en su coche y abandonaba su barrio. La misma mecánica y los mismos gestos. Se fijaba en la gente que pasaba por su lado y tenía todo controlado. Sabía los horarios de sus vecinos y nunca se le escapaba un detalle. Su vida era muy monótona, del trabajo a casa, pasando por el supermercado. No tenía pareja y ya la había descartado porque pensaba que a estas alturas y con 40 años ya no encontraría a nadie. Un día un amigo fotógrafo le acompañó hasta su casa y al llegar le comentó. “¿Qué árbol es el que tienes delante de tu casa? Esas flores rojas que tiene son impresionantes”. Juan no sabía qué decir, nunca se había dado cuenta de ese árbol y pasaba a diario delante de él. Pensaba que todo lo que tenía en su entorno lo tenía controlado y se dio cuenta de que no todo el mundo ve lo mismo. Las oportunidades están ahí fuera y pasan por delante de las personas. La cuestión es abrir los ojos y observar con detalle todo lo que hay alrededor.

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