Los reyes de la decepción

Alicia, tenía 30 años y todavía recordaba como si fuera ayer el día más duro de su vida, aquel en el que su madre le dijo que los reyes eran los padres. No podía creer cómo la persona en la que creía ciegamente le había engañado todo ese tiempo. Había jugado con su ilusión y le había hecho creer en un mundo imaginario.
Cuando lo comentaba a sus amigos se quedaban extrañados, le aseguraban que también habían pasado por ahí, sin embargo, no se sentían engañados. Para ellos, era una mentira piadosa y no tenía la menor importancia.
Conociendo su reacción y comparándola con el resto supo que, tal y como veía la vida, no era como la veían los demás y fue consciente de que sufriría por situaciones que para el resto serían anécdotas y temió que le dolerían las relaciones sentimentales más que a nadie.
Sus suposiciones no se quedaron cortas y aunque la gente la definía como muy guapa y de una gran bondad, las cicatrices de su sufrimiento le cubrían su interior.
A golpe de relaciones fracasadas aprendió a ser fuerte, pero al mismo tiempo a desconfiar de los hombres. Sin embargo, seguía creyendo en el amor y depositando pequeñas dosis de fe en algunos de aquellos que habían estado con ella durante años y que le aseguraban que la querían, a su modo, pero la querían. Pero eso también falló y Alicia se dio cuenta de que ninguno de ellos se merecían el amor que les había entregado sin nada a cambio, sin esperanzas de ser sus novios, sólo se había conformado con saber que la querían. Pero un día, las migajas del amor también fracasaron y la única palabra que le llegaba a su mente era la de la decepción.
Supo que nadie podría quererla más que ella y que nadie ahí afuera podía hacerle más daño del que ella se estaba haciendo. Se dio cuenta de que agarrarse a los coletazos del pasado no funcionaba, por eso con todo el amor del mundo optó por desprenderse de los hombres que habían estado en su vida. Sólo así sabía que podría ser ella la que llevaría las riendas de su vida. No sabía cuándo podría volver a enamorarse, cuándo sentiría de nuevo las mariposas en el estómago, pero sí sabía que estaba preparada para guiar su vida como la sentía y no como le habían intentado hacer creer. Sabía lo que quería y por eso estaba convencida de que existía. Los tres reyes magos eran una ilusión en la que había creído, ahora no había nada en lo que creer, sólo dejar que pasara la vida, la que ella sentía, la única que existía.