Educar a la mente

“No me coge el teléfono, ¿le habrá pasado algo?” “Llega tarde, ¿habrá tenido un accidente?” “Hace días que no lo veo. ¿Se habrá muerto?” Ángel se pasaba el día pensado lo peor y sus primeros pensamientos ante un contratiempo era pensar en una tragedia. Todo lo veía negativo y sobre todo cuando se refería a su familia, amigos y sus seres queridos. Sabía que era una cuestión suya, pero no lo podía evitar.
Cuando su novia se iba de viaje acababa llamando a todas las compañías aéreas para que le informaran si había habido un problema. Si sus padres se iban de vacaciones también se volvía loco cuando tardaban en llamarle.
No tenía idea de cómo dejar de sufrir. Por eso, un día optó por no preocuparse, pero se engañaba a sí mismo y nunca lo superaba, así que pensó engañar a su mente.Cuando le venía un pensamiento de tragedia inmediatamente se decía, “no te preocupes si ya me dijo que me llamaría más tarde”. Aunque seguía pensando en terribles situaciones, las atacaba con sus expresiones de “no hay por qué preocuparse, todo está controlado y si ha pasado algo cuando me entere será una desgracia, mientras tanto para qué me voy a asustar”. 
Poco a poco se dio cuenta de que podía educar a su mente y que los primeros pensamientos negativos eran fantasías que sólo aparecían en su cabeza.
Supo que simplemente pensando lo que él quería pensar lograba no preocuparse y martirizarse.